Massive Attack

Llamémosle Trip Hop. Massive Attack, aunque renieguen de esa etiqueta, son y serán siendo los padres de ese hip hop viajado, ese ritmo empapado de oscuridad que suena como a navajas oxidadas cortando el firmamento. Ese género, el último gran género de los 90s, que abreva del dub, el jazz, el soul, el rap y el rock. Ese género que puso de cabeza a los críticos tratado de inventarle un nombre. Demasiado vasto para encasillarlo en la electrónica, demasiado oscuro para el rock; muy poderoso para encuadrarlo en cualquier otra cosa. Un sonido devastador, que a ratos pareciera haber sido arrancado de la pesadilla de un loco, o de las turbias imaginaciones de un mago de la ciencia ficción. Tan trascendente que influenció después de sí a muchísimas bandas, creando consigo el famoso Sonido Bristol.

Massive Attack tiene consigo una doble corona. Primeramente, por haber sido la banda que lanzó Blue Lines, la roca que rompió el cristal de la rutina. En segundo lugar, por crear el influyentísimo Mezzanine, esa pieza de arte que engloba lo que significa el trip hop, el sentimiento de oscuridad de fin de siglo, el mood de una época.

Ambos discos son demoledores, iningualables. Imprescindibles para comprender la música contemporánea. Un must en la audioteca de cualquier melómano.

Una música brutal.

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